Las deslumbrantes tonalidades de sus casitas de pescadores son únicas. Se dice que estas fachadas pintadas cada año permitían a los pescadores que se hacían a la mar reconocer sus hogares desde muy lejos. A pesar de la muchedumbre que lo visita durante el día y de hallarse a 45 min de Venecia, Burano sigue siendo un pueblo y sus habitantes parecen poseer una increíble capacidad de abstracción: viejas encajeras, herederas de un arte ancestral, siguen haciendo sus labores en los portales de las casas mientras los niños juegan en medio de la calle.