El agreste litoral entre Ballycastle y Larne, atravesado perpendicularmente por estrechos valles (glens) que bajan desde las altas mesetas, es una de las regiones más encantadoras de Irlanda. La gran variedad de paisajes de los Glens de Antrim, que recuerdan los Alpes o la Bretaña, según los tramos, sorprende constantemente al visitante. Hasta el advenimiento del ferrocarril (finales del s. XIX) la región en su conjunto -y cada glen en particular- estaba completamente aislada. La carretera se abrió al tráfico a mediados del s. XX.