El Pabellón de la Secesión, realizado en 1898 por Josef Maria Olbrich, representó en su tiempo una abrupta intrusión de la vanguardia en la relativa calma del historicismo triunfante. Este gran cubo blanco cubierto por un cúpula de 3.000 hojas de laurel de hierro dorado fue considerado en su tiempo como una provocación. Sin embargo, permitió que Viena entrara en la modernidad. Desde 1986 acoge el deslumbrante friso Beethoven de Gustav Klimt, que ilustra los diferentes temas de la Novena Sinfonía.